Un gato montés salvaje se acerca a una mujer y ella decide seguirle

Cuanto más se adentraba, más silencioso parecía todo. Ni viento, ni pájaros. Sólo el suave crujido de sus pasos y el susurro ocasional del gato montés.

Se le aceleró el pulso. No tenía intención de llegar tan lejos. La seguridad familiar del sendero principal había desaparecido hacía tiempo.