Un gato montés salvaje se acerca a una mujer y ella decide seguirle

Los segundos se alargaron. El gato montés emitió un sonido grave, no exactamente un gruñido, pero tampoco amistoso. Luego, como si estuviera tomando una decisión, se dio la vuelta y dio unos pasos hacia los árboles, deteniéndose y volviendo a mirarla. Quería que lo siguiera.

Ella dudó. Cada parte de ella sabía que era una locura: los animales salvajes no piden ayuda. Pero algo en la forma en que se movía, la forma en que la buscaba, le hizo creer que tenía una razón.