Reflexionando sobre el viaje hasta entonces, Samantha se dio cuenta de la verdadera naturaleza de su compañero. La osa no era una habitante cualquiera del bosque; era la madre del osezno, impulsada por la necesidad instintiva de proteger a sus crías. Esta revelación arrojó una nueva y profunda luz sobre su camino común.
Al reflexionar sobre los acontecimientos que la habían conducido hasta allí, Samantha se dio cuenta de que las acciones de la osa distaban mucho de ser aleatorias. Su persistencia en bloquearle el paso, los actos deliberados que la condujeron al descubrimiento del diario… todo apuntaba a una intención, a un intento deliberado de guiar sus pasos. El oso había intentado comunicarse con ella desde el principio, empujándola a descubrir la verdad que se ocultaba en aquel bosque.