En ese momento, Samantha sintió una profunda conexión con lo salvaje, como si fuera testigo de la esencia de la comunicación de la naturaleza. Mirando a los ojos del oso, no vio sólo a un animal, sino a un ser lleno de confianza, esperanza y un claro sentimiento de desesperación. Era una mirada que trascendía las barreras entre especies y que le llegaba con una urgencia que no podía ignorar.