Antes de que Samantha pudiera profundizar en el misterio, el suave gruñido del oso devolvió su atención al presente. La mirada del oso era inquebrantable, y cualquier intento de Samantha por moverse era sutilmente contrarrestado por el oso, su gran forma una barrera suave guiando sus acciones.
El enfrentamiento entre Samantha y el animal era palpable, una silenciosa batalla de voluntades bajo el dosel del bosque. Su corazón latía con fuerza contra su caja torácica, un rápido tamborileo que reflejaba su creciente pánico e indecisión. Sabía que no podía simplemente dar la espalda y marcharse; comprender los motivos de esta criatura, encontrar una forma de tender un puente entre el ser humano y la bestia, se convirtió en su reto inmediato y apremiante.