Las aguas se tragaron su casa, pero con ellas flotó algo aterrador.

Las inundaciones empeoraban. Su prioridad ahora era llegar a casa antes de que el río se desbordara. Al girar hacia su calle, se le encogió el corazón. La calle se había convertido en un río poco profundo. El agua se arremolinaba alrededor de las farolas sumergidas y los escombros a la deriva, dándole a todo un aspecto espeluznante.

Su todoterreno atravesó la riada con relativa facilidad, pero la visión de su casa, rodeada de agua, era inquietante. Aparcó y salió al agua que le llegaba hasta las rodillas. El frío le mordió los pantalones mientras vadeaba hacia la puerta principal, sintiendo el peso de la situación.