La serpiente ya no se movía mucho, pero estaba viva, con su enorme cuerpo sumergido casi por completo bajo el agua turbia que llenaba la casa. De vez en cuando, el cuerpo de la serpiente creaba ondulaciones, enviando pequeñas olas por la habitación.
Aditya estaba en la terraza, mirando al cielo, donde de vez en cuando sobrevolaban helicópteros del ejército que realizaban operaciones de rescate. Cada vez que oía el leve zumbido de las aspas, su corazón se llenaba de esperanza, sólo para caer en picado cuando pasaban volando.