Las aguas se tragaron su casa, pero con ellas flotó algo aterrador.

Se apresuró a despertar a su abuelo, que deliraba pero era lo bastante coherente para comprender. Ambos estaban en lo alto de la escalera, mirando al monstruoso intruso. «¿Qué habrá comido?», susurró su abuelo con voz temblorosa.

Aditya negó con la cabeza, incapaz de responder. Contemplaron en tenso silencio cómo la serpiente se debatía y el agua se arremolinaba perezosamente alrededor de su enorme cuerpo. Fuera lo que fuera lo que se había tragado, no se iba a ir a ninguna parte. Y ellos tampoco.