Siguió mirándole, pero él no parecía darse cuenta de su presencia. Su mente era un torbellino, luchando por comprender cómo Gabriel podía estar en este vuelo. Los mismos cálidos ojos marrones que antes la miraban con amor y devoción ahora miraban por la ventanilla sin reconocerse. Las manos fuertes y tiernas que habían acariciado su piel ahora hojeaban tranquilamente una revista de avión.
Necesitaba estar segura. Tenía que estar segura. Armándose de valor, decidió enfrentarse a él.