Caminó a lo largo del borde del iceberg, oteando el horizonte con ojos desesperados, esperando contra toda esperanza que el barco reapareciera, que viera a Mallory y Jacob saludándole desde la distancia. Pero las horas pasaban y el paisaje permanecía inmutable.
El barco no aparecía por ninguna parte. Las piernas le pesaban, cada paso se hacía más duro que el anterior a medida que el frío agotaba sus fuerzas. El sol se acercaba al horizonte y proyectaba largas sombras sobre el hielo.