Por un momento, Tanner consideró abandonar al cachorro, dejarlo atrás para salvarse del peligro desconocido. Pero la forma pequeña y temblorosa del cachorro que se aferraba a su pecho renovó su determinación. No podía abandonar a la indefensa criatura, no en esta tormenta.
El viento rugía en sus oídos y le azotaba desde todas las direcciones, impidiéndole ver más allá de unos pocos metros. Se aferró a la escarpada roca de la cornisa, empleando todas sus fuerzas para no ser arrastrado.