Decidieron quedarse con dos de los pavos reales cachorros en su granja y llevar a los demás a un santuario de pavos reales. Fue un momento agridulce al despedirse de las adorables criaturas a las que habían cogido cariño, pero sabían que era lo mejor.
En el santuario, las crías de pavo real tendrían libertad para vagar y recibir los cuidados que merecían. Las chicas estaban encantadas de seguir teniendo a sus dos pavos reales en la granja y los cuidaban con el mayor cariño y atención.