A la mañana siguiente, Jack se despertó sobresaltado por un sonido extraño, pero no era el mismo que había oído el día anterior. Apresuradamente, se dirigió a la ventana y miró hacia el campo. «¿Me estás tomando el pelo?», gritó.
Sus hijas se le habían adelantado hasta los huevos, ¡y sólo eran las cuatro de la maldita mañana! El alboroto que oyó era su excitada charla, que llenaba la habitualmente tranquila granja. Su exasperado estallido resonó en la silenciosa casa, sacudiendo a Bonnie de su letargo. Ella lo miró, confundida y alarmada, preguntándose qué podría haber sucedido para despertarlo de su sueño a una hora tan intempestiva.