Pero ahora, con el fin de su contrato a la vista, Kiara sentía un atisbo de libertad. La idea de abandonar SilverMoore, de alejarse de la ciudad que se había convertido en una prisión, la llenaba de una rara sensación de posibilidad. Por fin podría empezar de nuevo, empezar de cero y reconstruir una vida a su manera.
Mientras empaquetaba sus cosas en el apartamento que había compartido con Ethan, la mano de Kiara rozó una pequeña caja de terciopelo guardada en un cajón. Su corazón dio un vuelco cuando la vio. El anillo que Ethan le había regalado justo antes de mudarse. Hacía meses que no lo miraba, pero ahora era lo único que podía ver.