La familia Smith había vivido en el pequeño e idílico pueblo de Avalon Glade durante generaciones. Veronica y James habían pasado juntos los últimos quince años en un matrimonio feliz y estable, criando a sus dos hijos, Victor y Arthur.
La vida en Avalon Glade era apacible y su familia prosperaba en el calor de la alegría y el amor compartidos. En apariencia, todo parecía perfecto. Sin embargo, bajo la satisfacción de Veronica se ocultaba un dolor silencioso, un vacío que llevaba años arrastrando y que ansiaba desesperadamente llenar.