A Veronica se le apretó el corazón. ¿Cómo era posible? Esther había estado gravemente enferma la mayor parte de su vida en Rumanía, sin escolarización formal. Su fluidez y madurez no coincidían con lo que le habían dicho a Verónica, ni con la niña que ella había imaginado.
Esa noche, Veronica compartió su malestar con James. «No tiene sentido», le dijo, con la voz teñida de duda. Pero James se limitó a sonreír, quitándole importancia. «Quizá sea superdotada», sugirió con ligereza. «Algunos niños se adelantan a su tiempo»