¡Este hombre tuvo suficiente! ¡Mira cómo decidió darle una lección a una dama con derecho!

La mujer rubia siguió refunfuñando en voz alta, asegurándose de que todo el mundo pudiera oír sus quejas. «Estos asientos son ridículos. No hay sitio para nada. Al menos déjame poner los pies en el reposabrazos», exigió, con un tono de superioridad evidente.

La paciencia de Jason se colmó. «¡Tus pies huelen mal y molestan! Este no es tu salón personal», replicó, alzando la voz lo suficiente para atraer la atención de los pasajeros cercanos. Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, sorprendidos y furiosos.