La azafata no tardó en llegar, con una actitud profesional inquebrantable. Escuchó pacientemente las quejas de la mujer rubia y, con suavidad pero firmeza, le explicó que el asiento del medio no era para objetos personales y le pidió que guardara bien la bolsa. Sin embargo, la rubia se negó a ceder.
«Es mi bolso de edición limitada de Dior, no puedo guardarlo en sus sucios compartimentos superiores», chilló, insistiendo en su postura. Su voz sonaba como clavos arrastrándose sobre una pizarra dentro de la cabeza de Jason. Sabía que el vuelo en clase turista iba a ser difícil, pero esto estaba demostrando ser un viaje salvaje desde el principio.