Después de lo que le pareció una eternidad, el agente de la puerta de embarque por fin llamó a su zona para embarcar. Agarrando con fuerza su nuevo billete, Jason bajó arrastrando los pies por el puente de mando y entró en el avión. Para su frustración, la cabina económica era aún más estrecha de lo que había imaginado.
Los pasajeros se apretujaban hombro con hombro en asientos estrechos mientras los auxiliares de vuelo se encogían de hombros impotentes. Jason se abrió paso por el pasillo abarrotado, buscando en las filas superiores su asiento asignado. Al llegar a su fila, se encontró con una sorpresa desagradable.