Esa noche, Jacob se quedó despierto, mirando al techo, con la mente agitada. Necesitaba pruebas, algo innegable. ¿Pero cómo? Sus teorías no eran suficientes. Tenía que encontrar pruebas. Repitió una y otra vez todo lo que había visto, cada señal, cada sonido, buscando la forma de que alguien le creyera.
A la mañana siguiente, desesperado, volvió al bosque. Volvió sobre sus pasos, visitando todos los lugares donde había encontrado signos de intrusión. Pero era como si el bosque hubiera borrado las pruebas. Los campamentos habían desaparecido. El cadáver había desaparecido. Era como si nunca hubiera pasado nada.