Se le cortó la respiración. Esto no formaba parte del plan. Había venido aquí para ayudar, para reunir pruebas y salir antes del anochecer. Pero el cielo ya estaba amoratado por el crepúsculo, y el bosque parecía imposiblemente oscuro. Adentrarse ahora, solo y desarmado, era como caer en una trampa.
Pero entonces volvió a mirar a los ojos del alce. No sólo estaban desesperados, sino que tenían miedo. Algo ahí fuera había aterrorizado a esta criatura. No sólo le pedía que le siguiera, se lo suplicaba. El peso de esa comprensión se asentó pesadamente en el pecho de Jacob, agitando algo muy dentro de él.