La emoción se apoderó de él cuando preparó el dron para su primer vuelo. Miró la pantalla con expectación: el aparato se elevaba por encima de las copas de los árboles, ofreciéndole una perspectiva que nunca antes había tenido. Pero a medida que escaneaba las imágenes, su entusiasmo disminuía. No había nada, sólo un sinfín de árboles y vida salvaje que seguían su día a día.
Durante días repitió el proceso, enviando el dron a diferentes partes del bosque, observando cada sombra, cada movimiento. Pero los resultados eran siempre los mismos. Árboles. Pájaros. Un ciervo errante. Nada sospechoso. Su frustración aumentó. Cambió de lugar, modificó las rutas de vuelo, pero las imágenes seguían siendo las mismas. Cuanto más tiempo buscaba, más tonto se sentía.