Cogió las llaves del coche y la siguió a una distancia prudencial, con el corazón palpitándole con una mezcla de ansiedad y expectación. Zoe, con Rex en el asiento trasero, parecía ansiosa. El trayecto de diez minutos terminó en una desolada gasolinera. George aparcó al otro lado de la calle, con la mirada fija en Zoe, un manojo de nervios.
Durante veinte largos minutos, ella desapareció en el interior. La mente de George se llenó de preguntas. ¿Qué estaba haciendo? No había repostado; ¿qué estaba ocurriendo en el interior de aquel silencioso edificio? Zoe salió, subió rápidamente a su coche y se marchó a toda velocidad. George, pensando con rapidez, se desvió hacia una panadería. Necesitaba una coartada, una razón para justificar su ausencia cuando Zoe regresara a casa.