Al principio, todo fue de maravilla; todos estaban contentos, incluido Rex, que parecía disfrutar de su estancia en casa de George. Sin embargo, este período de paz y satisfacción duró poco. Poco después de la llegada de Rex, George notó un cambio evidente en el comportamiento del perro.
Al cabo de unos días, la armonía inicial dio paso al malestar. El comportamiento de Rex se volvió cada vez más peculiar. El perro, que al principio era tranquilo y educado, empezó a comportarse fuera de lo normal. Las noches se veían interrumpidas por sus ladridos inesperados, y el inquietante sonido de sus garras arañando insistentemente la puerta del dormitorio llenaba la casa.