Su perro se adentró de repente en el bosque y lo que encontró a continuación le heló la sangre

A pesar de la lentitud, su mente se aceleraba. Imaginó a Milo a salvo en su camino en busca de ayuda, y una parte de él anhelaba estar con el perro, huyendo de los recovecos más profundos del bosque. Pero con cada paso cojeante que daba el alce, la empatía de Wade aumentaba.

Seguía imaginando su flanco tembloroso, la herida que brillaba con sangre fresca. Se preguntó si no estaría proyectando su propia desesperación -su miedo por Milo, por sí mismo- en aquella criatura salvaje.