En la fría y esterilizada sala, el suave zumbido del ecógrafo resultaba inquietante en medio del pesado silencio. Mientras los médicos pasaban la varita por el vientre aún sensible de Lily, sus ojos se agrandaban y sus cejas se fruncían aún más. Las imágenes que aparecían en la pantalla en blanco y negro revelaban algo sorprendente que los dejó boquiabiertos en un gesto de incredulidad compartida. «¿Qué demonios habían visto que les había alarmado tanto?
Las palabras del médico, antes llenas de seguridad profesional, estaban ahora cargadas de profundo pesar. «Lo… lo siento», susurró, con la voz temblorosa mientras intentaba ocultar la cruda verdad. Una verdad que yacía oculta entre los ecos inocentes del ultrasonido, una verdad que estaba a punto de lanzar a Lily al ojo de otra tormenta. La disculpa se sentía inadecuada, el aire cargado de desesperación inminente, pero la revelación ya no podía negarse..