Este hombre había llegado a su límite y dio una lección a un niño pateador de asientos y a su madre

La madre y su hijo se sentaron en silencio, el gélido golpe de realidad amortiguó su anterior arrogancia. Con una pequeña sonrisa en los labios, José se reclinó en su silla. José pensó en lo irónico que resultaba que, aunque sólo fuera momentáneamente, hubiera renunciado a ambos en un intento de proteger su silencio.

Pero olvidó cualquier preocupación con rapidez. Al fin y al cabo, ¡lo habían iniciado ellos! Él acababa de terminarlo, con audacia e imaginación. Aun así, José suspiró al darse cuenta de que no había tenido el viaje tranquilo a casa que había planeado. Al llegar el autobús, recogió sus pertenencias. Era inútil pensar en ello ahora. Lo hecho, hecho está.