Su compostura se vio repentinamente alterada por la dentellada, que le devolvió a la molesta verdad. Al parecer, el niño había tomado la decisión de retomar su jueguecito, animado por la actitud cínica de su madre.
El asiento de José temblaba con cada patada, irritándole hasta el último nervio. José perdió el control. Tenía que terminar. Tendría que intervenir por su cuenta si esta madre se negaba a educar adecuadamente a su hijo.Jose se dijo: «Es hora de darle una lección a esta terrible mujer y a su hijo»