Oye, amigo, ¿podrías dejar de patear mi asiento? El niño le devolvió una mirada de desconcierto. «Sé que es difícil estarse quieto durante el viaje -continuó José-. Pero, ¿qué tal si te buscamos otra actividad divertida? Puedes dibujar en este cuaderno y con el lápiz que tengo.
La madre se inclinó hacia él y lo miró con dureza mientras iba a por los objetos a su mochila. Habló en tono acusador: «Perdone, pero no hable directamente a mi hijo sin mi permiso» José tropezó, sorprendido, y dijo: «Oh, sólo intentaba…» Pero ella le interrumpió.