Este hombre había llegado a su límite y dio una lección a un niño pateador de asientos y a su madre

«El chico ya no patalea, y si sigue discutiendo, no sólo perturbará su propia paz, sino también la de todos los presentes» Lanzó una mirada aguda a los demás viajeros, algunos de los cuales aún mantenían el contacto visual.
José sintió que su rostro se tornaba escarlata. Al mirar a su alrededor, ni siquiera se dio cuenta de que había provocado semejante escena por estar tan absorto en la disputa. Reconoció la precisión de la mujer.

Dejó escapar un largo suspiro y giró sobre sí mismo, intentando concentrarse en la paz que reinaba fuera de su ventana. Pero tras escuchar el consejo de la anciana, la madre del chico no pudo evitar darle un último codazo. Sí, haz caso a la mujer. Dijo: «Las mujeres siempre tienen razón, ¿no?», en tono sarcástico.