Este hombre había llegado a su límite y dio una lección a un niño pateador de asientos y a su madre

Las mejillas de José se pusieron rojas de rabia. «¡Puede que empiece por prestar verdadera atención a su hijo en lugar de enterrar la cabeza en el teléfono! Es sencillo, no ciencia espacial» Sus declaraciones fueron lo suficientemente audibles como para captar la atención de los demás pasajeros, varios de los cuales sacudieron la cabeza en señal de desagrado.

La mujer, igualmente enfurecida, le gritó: «Bueno, quizá si tuvieras hijos propios lo entenderías, pero está claro que no eres más que otro egoísta que cree que el mundo debe girar a su alrededor»