Este hombre había llegado a su límite y dio una lección a un niño pateador de asientos y a su madre

Las manos de José se cerraron en puños, un claro indicio de su creciente frustración. Este viaje debía servirle para relajarse y descansar, no para poner a prueba su paciencia, dejándole aún más estresado y agotado que antes.

«Muy bien, mantén la calma. Enfadarse sólo empeorará las cosas», se recordó José en silencio. Respiró hondo, intentando asimilar su propio consejo. No era más que una pequeña molestia; seguramente el chico perdería pronto el interés.