Este hombre había llegado a su límite y dio una lección a un niño pateador de asientos y a su madre

Cuando el autobús empezó a coger velocidad, el creciente rugido de los motores le hizo más difícil ignorar cada golpe contra su espalda. José se concentró en estabilizar su respiración, decidido a no dejar que esta pequeña molestia arruinara su paz durante el resto del viaje.

Consideró que una petición educada al chico podría resolver el problema de las patadas en el asiento. Con esta idea en mente, José se dio la vuelta, intentando esbozar una sonrisa cortés a pesar del cansancio que le hacía parecer un hombre cansado esforzándose por ser agradable.