Se mueve y se ajusta, intentando encontrar una postura que no le deje las piernas doloridas. La anciana que se sentaba a su lado le miró molesta. «¿Quiere dejar de moverse tanto, joven?», le reprendió. «Algunos estamos intentando relajarnos»
«Lo siento», murmuró José, echándose hacia atrás con un suspiro. Iban a ser cinco horas insoportablemente largas. Mirando por la ventana, José aceptó su situación. Unas horas más de incomodidad y estaría en casa. Tenía que ser positivo.