Empezó a temer el viaje, imaginando el ruido, los llantos de los bebés y los constantes codazos de la gente que se apretujaba en los estrechos pasillos. Parecía su peor pesadilla después del estresante viaje que acababa de vivir.
Después de lo que le pareció una eternidad, llegó el autobús. A medida que José se abría paso por la abarrotada cola, su frustración iba en aumento. Los pasajeros se disputaban el espacio mientras los niños corrían de un lado a otro, sus padres cansados intentaban mantenerlos a raya, con voces de frustración.