A través del resplandor del sol sobre el agua, Nathan distinguió el inconfundible brillo de las armas en las manos de los hombres de las barcas. Se le encogió el corazón y una oleada de adrenalina recorrió sus venas. Estos hombres no estaban aquí para pescar….
En un instante, la mente de Nathan cambió de marcha y todos los músculos de su cuerpo se tensaron mientras se preparaba para actuar. No había tiempo que perder. «¡Todos a cubierta!», gritó, atrayendo al instante la atención de la tripulación y los pasajeros cercanos.