A Tom se le revolvió el estómago. Eran seis o siete. Ahora comprendía el alcance de la trampa. Los ladrones habían perfeccionado su plan, convirtiendo a los monos en cómplices involuntarios.
Atraían a los turistas curiosos a la selva con los objetos robados y los atrapaban en una red de robo y engaño. Era un plan brillantemente diseñado, que hacía que los monos parecieran inocentes mientras los verdaderos criminales permanecían ocultos en las sombras.