Tom decidió seguir al mono adentrándose en la selva, sabiendo perfectamente que era peligroso salirse de las huellas conocidas. Sin embargo, la idea de abandonar a Mimi a su suerte era peor que su miedo a perderse en la espesura del bosque. Algunos turistas le gritaron que no se adentrara, pero Tom hizo caso omiso.
La selva se cerró a su alrededor, el denso dosel se espesó y proyectó sombras espeluznantes que oscurecían la vista. En pocos segundos se sintió completamente desorientado, sin saber de dónde había venido. Sin embargo, siguió avanzando.