Un gato callejero no para de traer objetos extraños a casa y su dueño encuentra un mensaje oculto

Sus primeras mañanas en la nueva ciudad fueron un torbellino de desembalaje. El salón estaba abarrotado de cajas de cartón y en el pasillo se percibía el olor a pintura fresca. A pesar del caos, Eliza sentía una corriente subterránea de emoción cada vez que cruzaba el umbral de su nueva casa.

Los días de trabajo empezaban temprano en la editorial. Deseosa de causar una buena impresión, Eliza ponía el despertador al amanecer. Se preparaba un café, organizaba sus notas y salía de casa cuando el cielo se iluminaba con el amanecer. Las tranquilas calles de Maplewood calmaban sus ansiedades.