Un gato callejero no para de traer objetos extraños a casa y su dueño encuentra un mensaje oculto

Eliza apretó la frente contra el traqueteo de la ventana, con el miedo apretándole el pecho. Orión, su gato gris de instintos extraordinarios, había desaparecido en medio de la furiosa tormenta hacía horas, dejándola deambulando por los pasillos de su oscura y chirriante casa.

Finalmente, oyó un maullido débil y desesperado. Corriendo hacia la puerta, Eliza encontró a Orión calado hasta los huesos, agachado con un trozo de pergamino arrugado en la boca. El papel era quebradizo y la tinta estaba manchada por el tiempo y la lluvia. Cuando lo desenrolló con cuidado, el corazón le dio un vuelco.

Garabateadas con letra de araña había palabras funestas: referencias a una amenaza inminente, advertencias de buscar refugio bajo tierra y una súplica urgente de prepararse para lo peor antes del amanecer. No había fechas ni firmas, sólo una clara impresión de desastre inminente. El pulso le retumbó en los oídos al darse cuenta de que esta nota apuntaba a un peligro inmediato, uno que temía que ya estuviera a sus puertas.