En pocos minutos, las sirenas penetrantes de los coches de policía que se acercaban rompieron el silencio de la noche. Julian y Jennifer esperaban ansiosos su llegada, con una mezcla de miedo y expectación. Cuando los agentes entraron en la casa, Julian y Jennifer sintieron un pequeño alivio que les permitió recuperar el aliento, aunque sólo fuera momentáneamente.
Los policías no perdieron tiempo en inspeccionar la habitación del bebé, sus ojos entrenados escudriñando cada rincón en busca de cualquier señal de peligro. Examinaron el misterioso lugar que había captado la inquebrantable atención de Bigotes, buscando cualquier prueba que pudiera explicar los inquietantes sucesos. Tras una minuciosa investigación, uno de los agentes se volvió hacia Julian y Jennifer, con una expresión mezcla de preocupación y admiración.