Dos semanas después, el New York Times publicó un artículo en el que se afirmaba que 37 personas vieron el incidente y no llamaron a la policía. Esa cifra se ajustó más tarde a 38. La idea de que alguien pudiera ser agredido brutalmente sin que nadie interviniera suscitó gran preocupación entre los psicólogos sociales, que empezaron a investigar este fenómeno.
Uno de los estudios más importantes en este campo fue el realizado por John Darley y Bibb Latané en 1968. En un laboratorio, colocaron a los participantes en una habitación con auriculares y les pidieron que escucharan a los demás.