Era una experiencia desorientadora, que le hacía ser muy consciente de sus limitaciones, pero en el fondo anhelaba recuperar la sensación de seguridad que había perdido en la oscuridad. Una noche, la mano de Natalie le rozó la cara en un raro momento de afecto, y su voz se suavizó al susurrar: «Me estás mirando»
Se le aceleró el corazón. Sus ojos se habían encontrado instintivamente con los de ella y, por primera vez, John se preguntó si ella sospechaba que él podía volver a ver. «Eh… sólo memoria muscular», balbuceó, poniéndose rápidamente de lado y fingiendo buscar a tientas la almohada.