Pero las sombras de la duda crecían cuando la observaba cada vez más distraída, con el teléfono acaparando a menudo toda su atención. Había momentos en los que la sorprendía desviando la mirada, con una expresión que pasaba de la alegría a la ansiedad, y eso le dejaba pensativo.
Una tarde lluviosa, mientras fingía estar absorto en el sonido de la lluvia, John fue golpeado por un momento de claridad. Natalie volvió corriendo a la casa, pasando apresuradamente junto a él. En ese instante, oyó la voz de un hombre al otro lado de su teléfono.