John Forrester siempre había sido un hombre de negocios de éxito, admirado por su mente aguda y sus agudos instintos. Pero desde el accidente de coche que le dejó ciego, su mundo se había empequeñecido, dependiendo de su mujer, Natalie, como apoyo.
Al principio, Natalie se mostró atenta, ayudándole a adaptarse a la oscuridad que se había apoderado de su vida. Sin embargo, con el paso del tiempo, su comportamiento cambió. Se volvió distante, su presencia era más esporádica y su humor, antes predecible, se volvió errático.
John supuso que se debía a la tensión de su enfermedad: la ceguera había supuesto una inmensa carga para su matrimonio. Pero algo más profundo le corroía, un malestar silencioso del que no podía deshacerse.