Comenzaron a circular sutiles murmullos, silenciosos al principio, pero que se intensificaron con el tiempo. Los apodos despectivos de «cerdo gordo» y «mujer embarazada» le hacían estremecerse con cada expresión. Los niños se reían de él, los adultos le miraban con una mezcla de curiosidad e incomodidad. Era como si, de la noche a la mañana, se hubiera convertido en objeto de una burla que no comprendía.
Los campos, antaño acogedores, se transformaron en arenas de juicio, cada mirada de reojo se sentía como un aguijonazo, cada comentario susurrado era una fuerte ráfaga dispuesta a derribar su compostura. Rohan se encerró en su caparazón, y sus sueños de recorrer extensos campos se vieron ahora empañados por el temor a las agudas burlas de la sociedad. La vida era difícil, pero él perseveraba, creyendo que, con el tiempo, las cosas mejorarían. Pero nunca lo hicieron…