Un hombre se somete a un chequeo rutinario: el médico mira la radiografía y susurra: «Lo siento»

¿Descubrirían por fin el misterio que le atormentaba? ¿O se quedaría con más preguntas? La espera del diagnóstico del médico fue angustiosa. Y cuando por fin llegó, dejó a Rohan en un estado de incredulidad, cuestionándose todo lo que sabía.

Los bulliciosos y abarrotados confines del Hospital Tata Memorial de Bombay contrastaban fuertemente con los ilimitados campos de Nagpur. El aire estaba cargado de una potente mezcla de desesperación y esperanza. A la llegada de Rohan, un enjambre de actividad lo envolvió: un diluvio de preguntas, exámenes minuciosos y el tacto de instrumentos helados contra su piel, algo totalmente distinto de la calidez acogedora de sus amados campos. Una palpable sensación de incertidumbre impregnaba el aire, con un peso opresivo.