Tras un momento de duda, Tina se armó de valor. Eligió seguir los misteriosos sonidos, sintiendo que estaba cada vez más cerca de descubrir algo importante. Cuanto más se adentraba, más denso se volvía el bosque, y una fuerte sensación le decía que no estaba sola; sentía como si unos ojos estuvieran observando cada uno de sus movimientos. Su corazón latía de miedo hasta que, de la nada, una voz en la distancia gritó su nombre.
El torrente de adrenalina que recorría el cuerpo de Tina hizo que todo pareciera surrealista, nublando su capacidad para reconocer la voz que la llamaba por su nombre. Pero cuando miró en la dirección del sonido, lo vio claro: era James, que de algún modo había conseguido encontrarla justo cuando más lo necesitaba.