El terror estalló en las tripas de Mike. Este hombre no había sido una víctima: había fingido estar herido. La trampa era real, pero quizá no tan peligrosa como parecía. La sonrisa del desconocido era escalofriante. Nicole levantó las manos a la defensiva, intentando proteger a Mike. El oso emitió un gruñido grave.
«¡Moveos!», ladró el hombre. Les hizo señas para que se adentraran en la oscuridad, apartándolos del débil sendero. El oso mantuvo la distancia y se quedó atrás como si no supiera qué hacer. El corazón de Mike latía con fuerza. Maldijo su propia impotencia, sin saber cómo escaparían de esta farsa mortal.