Durante un breve latido eléctrico, el oso clavó los ojos en Nicole. Su rugido se intensificó, resonando en el claro como un trueno. Nicole se puso rígida, el miedo irradiaba cada centímetro de su cuerpo. Levantó la mano que tenía libre, como si intentara protegerse. Los instintos de Mike se dispararon, una oleada protectora que lo impulsó entre Nicole y el erizado animal.
«¡Atrás!», le siseó a Nicole, extendiendo un brazo para mantenerla detrás de él. Levantó la otra mano con cuidado, tratando de no parecer amenazador para el oso. Cada fracción de segundo era crucial. Un movimiento en falso, una amenaza percibida, y la situación podía estallar en violencia. Su corazón latía con fuerza mientras suplicaba en silencio al oso que no le atacara.